Invertir en el sistema educativo
¿Qué hace falta para que el sistema de instrucción mejore? ¿qué es necesario hacer para que la educación sea mejor para un mayor número de personas? ¿cómo podemos mejorar el sistema educativo? ¿es la inversión de capital suficiente y/o imprescindible? ¿de dónde debería proceder ese capital?
Sólo la inversión no es suficiente, pero sin inversión en educación no hay nada que hacer.
Cuando hablamos de inversión en el sistema educativo hemos de hacerlo con racionalidad, no es suficiente inyectar una cantidad alta de dinero para que el sistema mejore, sino que este dinero deberá ser dirigido a los puntos clave. No es de provecho común gastar un millón de euros en traer al Profesor Tal de la Universidad Cual si mi escuela se cae a cachos y los chicos están sin calefacción todo el invierno. Llevar escuelas e institutos a lugares remotos y facilitar la movilidad de los estudiantes que vivien en lugares de difícil acceso favorecería el acceso de esos alumnos.
Una inversión ha de retribuir beneficios al conjunto de la sociedad, si no, no es una inversión. Meter dinero en el sistema educativo debería permitir que los docentes y los estudiantes estuvieran en una condiciones generales mejores: que los laboratorios tuvieran los recursos necesarios para las prácticas, que se pudieran realizar excursiones y salidas, que hubiese becas para todos los que las necesitasen, que la infraestructura fuese funcional y accesible. Pero un buen edificio no enseña, para ello habría de plantearse educar a los docentes a lo largo de toda su carrera en nuevos métodos pedagógicos, en cursos de reciclaje o para adquirir nuevos conocimientos, que el profesorado no se quedase anticuado y obsoleto.
Pensamos que mantener la inmunidad del profesorado a lo largo de toda su vida es perjudicial para el sistema, al fin y al cabo, un profesor puede no hacer nada día tras días y la mayor consecuencia será un expediente o una llamada de atención y eso repercute en la motivación y la calidad del aprendizaje de los alumnos. Aumentar el salario de los profesores y facilitar la continuación de su formación y su promoción serían elementos a tener en cuenta a fin de mejorar el sistema general.
Pensamos que la inversión de ese capital debe proceder de fondos públicos, en ningún caso de fondos privados. Pensamos que las empresas privadas deberían someterse a rigurosos exámenes de contribución tributaria para que las arcas estatales no mermaran y que no se dieran esas aparentes donaciones caritativas de empresas a instituciones educativas que no hacen otra cosa que esconder un fraude fiscal y enmascararlo de altruismo. En todo caso las cuentas públicas deberían ser claras, expuestas públicamente y de fácil acceso para todos los ciudadanos.
Sólo la inversión no es suficiente, pero sin inversión en educación no hay nada que hacer.
Cuando hablamos de inversión en el sistema educativo hemos de hacerlo con racionalidad, no es suficiente inyectar una cantidad alta de dinero para que el sistema mejore, sino que este dinero deberá ser dirigido a los puntos clave. No es de provecho común gastar un millón de euros en traer al Profesor Tal de la Universidad Cual si mi escuela se cae a cachos y los chicos están sin calefacción todo el invierno. Llevar escuelas e institutos a lugares remotos y facilitar la movilidad de los estudiantes que vivien en lugares de difícil acceso favorecería el acceso de esos alumnos.
Una inversión ha de retribuir beneficios al conjunto de la sociedad, si no, no es una inversión. Meter dinero en el sistema educativo debería permitir que los docentes y los estudiantes estuvieran en una condiciones generales mejores: que los laboratorios tuvieran los recursos necesarios para las prácticas, que se pudieran realizar excursiones y salidas, que hubiese becas para todos los que las necesitasen, que la infraestructura fuese funcional y accesible. Pero un buen edificio no enseña, para ello habría de plantearse educar a los docentes a lo largo de toda su carrera en nuevos métodos pedagógicos, en cursos de reciclaje o para adquirir nuevos conocimientos, que el profesorado no se quedase anticuado y obsoleto.
Pensamos que mantener la inmunidad del profesorado a lo largo de toda su vida es perjudicial para el sistema, al fin y al cabo, un profesor puede no hacer nada día tras días y la mayor consecuencia será un expediente o una llamada de atención y eso repercute en la motivación y la calidad del aprendizaje de los alumnos. Aumentar el salario de los profesores y facilitar la continuación de su formación y su promoción serían elementos a tener en cuenta a fin de mejorar el sistema general.
Pensamos que la inversión de ese capital debe proceder de fondos públicos, en ningún caso de fondos privados. Pensamos que las empresas privadas deberían someterse a rigurosos exámenes de contribución tributaria para que las arcas estatales no mermaran y que no se dieran esas aparentes donaciones caritativas de empresas a instituciones educativas que no hacen otra cosa que esconder un fraude fiscal y enmascararlo de altruismo. En todo caso las cuentas públicas deberían ser claras, expuestas públicamente y de fácil acceso para todos los ciudadanos.
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